No estaba prestando atención a dónde íbamos, así que me sorprendí cuando nos detuvimos en aparcamiento de la pista de hielo. Él sonrió y se levantó, y yo le seguí con el ceño fruncido.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —le pregunté mientras me agarraba la mano y me llevaba dentro. Tal vez tenían un buen café en el interior o algo, que era la única razón que se me ocurrió para que me trajera aquí.
Hizo caso omiso a mi pregunta.
—Hola, por favor, dos —dijo a la señora detrás del mostrador, entregándole el dinero. Di un grito ahogado, ¿en realidad íbamos a patinar? Había estado patinando un par de veces en mi vida, pero era completamente terrible en ello.
—¿Necesitas alquilar patines? —preguntó la señora con una sonrisa amigable, mientras sus ojos discretamente recorrían el cuerpo de Liam.
—Sí, un cuarenta y un treinta y seis, por favor —respondió, guiñándome un ojo. Fruncí el ceño mientras hablaba, preguntándome cómo demonios conocía mi talla de zapatos.
Le pasó dos juegos de patines y él sonrió de nuevo, tomó mi mano y me arrastró a los bancos. Me di cuenta que la señora no dejaba de mirar a Liam mientras se alejó, y ella se relamía los labios mientras miraba su trasero. Me reí y puse los ojos en ella, lo cual la hizo ruborizarse y mirar hacia otro lado.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Liam, mirándome extrañamente.
—Tienes otra admiradora —declaré, asintiendo con la cabeza hacia la mujer—. Simplemente no puedes evitar ser tú mismo, ¿o puedes? —bromeé con una pequeña sonrisa.
—No te preocupes, no estoy interesado en ella —respondió, mirándome como si quisiera decirme algo.
—¿Preocupada? Liam, yo no estaba preocupada. —Me burlé de eso, mientras ponía los ojos.
Nos cambiamos a nuestros patines y nos dirigimos hacia el hielo. No había nadie más allí, probablemente debido a que era sólo justo después de las nueve de la mañana.
—¿Por qué estamos haciendo esto? Sabes que no puedo patinar. —Hice una mueca, mirando el hielo, comenzando a entrar en pánico.
Él se rió y tiró de mí hacia este.
—Lo sé, lo recuerdo. No te preocupes, te ayudaré. —Liam y mi hermano jugaban hockey sobre hielo para el Instituto; Niall era el portero y Liam el delantero. Ambos habían estado patinando desde hace años, pero yo nunca había sido capaz de hacerlo. Me encantaba ver a la gente patinando y siempre deseé poder aprender, pero literalmente no podía ponerme de pie.
Tomó mis dos manos mientras resbalaba y me deslizaba por todo el lugar. Él estaba patinando hacia atrás, frente a mí.
—Estás doblando los tobillos ligeramente, Ángel. Trata de mantenerlos de forma recta, por eso no tienes ningún control —dijo mirando mis pies.
Me quedé más recta y sentí que mis pies se deslizaban hacia afuera por debajo de mí, al instante, me agarró por la cintura y se inclinó hacia atrás de manera que ambos caímos y caí encima de él, su cuerpo rompiendo mi caída. Se rió, me empujó hasta las rodillas, así que yo estaba a caballo, luego me senté a su lado. Yo no podía ponerme de pie así que esperé a que se levantara primero.
—Está bien, intentemos el número dos. —Sonrió, tirando de mí con facilidad—. Párate derecha y mantén los pies quietos, voy a tirar hasta que puedas conseguir el equilibrio. —Le dio una patada en mis patines con suavidad, empujándolos para juntarlos a medida que se apoderaba de mis manos con fuerza.
Me las arreglé para mantenerme en pie durante un tiempo antes de perder el equilibrio. Una vez más, me agarró por la cintura y se inclinó hacia atrás para que cayera encima de él.
—¿Por qué sigues haciendo eso? —le pregunté, empujándome a mí misma en una posición sentada de nuevo. Podía sentir el hielo comenzar a mojar la parte de atrás de mis jeans, haciéndome temblar.
—¿Haciendo qué? —preguntó, mirándome con una expresión confusa.
—Cada vez que comienzo a resbalarme, te dejas caer haciéndome aterrizar encima de ti. Te vas a hacer daño —expliqué frunciendo el ceño.
Se encogió de hombros.
—Mejor que sea yo que tú —murmuró en voz baja, levantándome otra vez. Me le quedé mirando, sorprendida. ¿Acababa de decir eso? Tal vez le oí mal—. Estás mejorando, duraste por lo menos un minuto más que la última vez —bromeó con su sonrisa patentada.
Ok, eso se parece más al Liam que conozco, debí haberlo escuchado mal después de todo.
—Ja, ja. Bueno, un minuto está bien para mí. Sabes que no puedo hacer esto —me quejé, cayendo de nuevo al instante. Se las arregló para sostenerme sólo agarrando mis caderas, presionando nuestros cuerpos y levantándome del hielo de manera de que pudiera colocar mis pies de nuevo desde el principio. Sentí a mi corazón empezar a latir más rápido, pero no era por el temor habitual de que alguien me estuviese tocando, era algo más que no podía entender. Me sonrojé y miré hacia otro lado mientras él me puso de nuevo sobre mis pies.
—¿Por qué te sonrojas? —preguntó, frunciendo el ceño, pero mirando divertido a la vez.
—No me sonrojo. Hace frío, eso es todo. Mi trasero está congelado, creo. —Me di la vuelta para mostrarle mis pantalones mojados, frotando mi trasero para tratar de alejar un poco el frío. Le oí tomar una respiración profunda y dejar escapar un suspiro. Miré hacia atrás para ver que estaba frunciendo el ceño con los ojos cerrados, parecía como si estuviera herido o algo.
—¿Estás bien? —le pregunté, todavía frotándome el trasero. Él asintió con la cabeza y se quitó la camisa, allí parado en sus jeans de corte bajo y su camiseta apretada que dejaba ver los músculos que tenía debajo. Colocó su camisa bajo mi cintura y la ató con un nudo en el frente.
—¿Qué estás haciendo?, te vas a resfriar —lo regañé mientras trataba de desatar el nudo que había hecho.
—No te preocupes, estaré bien. La próxima vez traeré un suéter de repuesto para tu muy delicado trasero —respondió, agarrando mis manos y empezando a tirar de mí otra vez.
¿La próxima vez? ¿Qué quiere decir con la próxima vez? No es que no esté pasando un buen rato, pero estar aquí con Liam, era extraño.
—¡Eso es! Lo estás logrando —susurró; lo que por supuesto me hizo perder el equilibrio de nuevo. Me presioné contra él por tercera vez, riendo histéricamente.
Ok, esto era realmente divertido y no hacía daño. Usualmente, cuando venía a patinar con Niall y se cansaba de atraparme, simplemente me dejaba caer sobre mi trasero todo el tiempo. En unos treinta minutos estaba por lo general tan magullada y adolorida que me daba por vencida.
—Ves, ahora te estás divirtiendo. —Liam se rió, sacudiendo los cristales de hielo de su espalda y sosteniéndome otra vez. Nos las arreglamos para patinar tres vueltas enteras a la pista antes de volverme a caer. Realmente estaba mejorando.
Después de lo que pareció una eternidad, la pista estaba empezando a estar más llena y mi estómago comenzó a gruñir. Ya me estaba cayendo cada vez menos, pero seguía agarrando sus manos con un apretón mortal.
—¿Qué hora es? —pregunté casualmente cuando nos detuvimos al lado de la pista. El primer período sin duda debía estar casi terminado.
Sacó su móvil del bolsillo y aspiró el aire a través de sus dientes blancos, produciendo un sonido sibilante. Ok, eso no sonó bien, tal vez nos perdimos también el segundo período…
—Eh, ángel, el instituto terminará en más o menos una hora —dijo haciendo una mueca.
—¿QUÉ? —dije casi gritando, lo que le hizo dar un respingo que a la vez me hizo perder el equilibrio. El me agarró y me deslizó a la baranda plástica de la pista para mantenerme de pie, su cuerpo presionado contra el mío, su cara a centímetros de la mía. Mi corazón comenzó a acelerarse de nuevo. Él no se movió. Simplemente se quedó allí mirándome, fijo en mis ojos hasta que comencé a sentirme un poco mareada. De repente me di cuenta de que no estaba respirando, así que tomé aire en un respiro irregular, el cual parecía sacarlo de allí.
Se retiró, pero dejó sus manos en mi cintura, sosteniéndome.
—Será mejor que nos vayamos. Si tu hermano se entera de que he estado contigo durante todo el día, me va a cortar mi masculinidad —dijo con fingido horror, haciéndome reír.
En lugar de sostener mis manos para ayudarme a llegar al lado, continuó sosteniéndome por la cintura, patinando en reversa mientras me arrastraba. En realidad no sabía qué hacer con mis manos, así que las coloqué sobre sus hombros. Cuando comencé a caerme de nuevo, se agachó y me recogió en sus brazos, manteniendo uno de sus firmes antebrazos bajo mi trasero y forzando mis muslos alrededor de su cintura con la otra mano como si yo no pesara absolutamente nada. Se volteó en el lugar y patinó hacia delante, rápido. En realidad, daba un poco de miedo. Sostuve mi aliento y lancé mis brazos alrededor de su cuello, presionando mi cuerpo contra el suyo tan fuerte como pude, probablemente ahogándolo, pero no se quejó. En lugar de salir por la puerta como esperaba que hiciera, patinó alrededor de toda la pista de nuevo, para luego caminar fuera del hielo y bajarme en una banca.
¿Qué demonios fue eso?
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté, sintiéndome un poco incómoda de haber tenido todo mi cuerpo envolviendo el suyo. Sin embargo, no sé por qué me sentía incómoda al respecto, dado que el envolvía el suyo contra el mío cada noche.
—¿Hacer qué, Ángel? —preguntó, mirando confundido.
Señalé el hielo.
—Patinar una vuelta más. ¿Por qué no simplemente saliste? —expliqué, frunciendo el ceño, pero al mismo tiempo sonriendo, ¡éste chico es realmente raro!
Parecía un poco incómodo, pero luego puso su habitual sonrisa de “hago derretir a las chicas”.
—Me retrasaste todo el tiempo; simplemente quería una vuelta en la que pudiera patinar de frente, eso era todo. —Se encogió de hombros.
Bien, ahora me siento un poco culpable de no haberle permitido divertirse por haberme tenido que cuidar todo el tiempo.
—Liam, ve y patina un poco. Me quedaré sentada aquí, está bien. Tu también debes tener un poco de diversión —le sugerí, regalándole una sonrisa.
Él sonrió.
—Tuve mucha diversión. —Su expresión parecía completamente honesta, se levantó rápidamente y fue por nuestros zapatos.
En el camino de regreso pasó por el auto servicio de McDonald’s.
—Hola, ¿puedo ayudarle? —preguntó el altavoz.
—Eh, sí, quiero dos combos de Big Mac con coca-cola y un combo de queso fundido, ¿aún hacéis esas cosas? —preguntó Liam.
—Sí lo hacemos —crujió el altavoz.
Él sonrió.
—Genial.—Sólo lo miré, un poco atónita, acababa de pedir mi comida y sabía exactamente lo que quería. Se volvió hacia mí y frunció el ceño—. ¿Por qué me miras de esa forma? ¿Me equivoqué? —preguntó, mirando ligeramente preocupado y bajando la ventanilla de nuevo listo para cambiar el pedido.
Negué con la cabeza mirándolo con asombro.
—¿Cómo sabes lo que quiero?
Él simplemente se rió y me miró como si hubiese dicho algo estúpido.
—Ángel, hemos venido mil veces aquí y adoras esas asquerosas cosas de queso pero no las tienen todo el tiempo, así que… —se encogió de hombros y condujo hasta la siguiente ventana.
Bien, ahora está empezando a asustarme. ¿Primero, supo mi talla de zapatos y ahora conoce lo que como en el McDonald’s? Ni siquiera Niall sabe lo que pido y es mi hermano, por amor de Dios. Liam se rió de nuevo y paró en un espacio para que pudiéramos comer.
Estaba hablando abiertamente sobre un concierto al que quería ir y de una película que vio la semana pasada sobre zombis que según dijo, me habrían matado del susto. Estaba sorprendida de cuán fácil era hablar con Liam; nunca había pasado tanto tiempo con él por mi cuenta antes. Usualmente estaba con Niall o con una banda de chicos, o tenía alguna sanguijuela adherida a su cuerpo, o estábamos durmiendo. Era en realidad muy agradable y divertido. No podía dejar de preguntarme por qué escondía su asombrosa personalidad detrás de la fachada de prostituto, con una actitud masculina de cerdo; debería ser así más a menudo.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Ángel? —preguntó, mirándome con seriedad. Asentí con la cabeza y terminé el resto de mi comida—. ¿No confías en mí? ¿Cómo pudiste pensar que iba a hacerte daño antes en el instituto? He tenido muchas oportunidades de tocarte o forzarte a algo más durante los últimos ocho años, ¿no? ¿Por qué crees que te haría daño? —preguntó.
Tomé una respiración profunda.
—Fue solo que me tomó por sorpresa, eso es todo; confío en ti, Liam, de verdad. Sé que no me harías daño, sólo que es difícil para mí, no me gusta que la gente me toque. —Fruncí el ceño al no querer hablar de esto. Nunca nadie me había presionado por detalles acerca de cómo hacía con mi padre. He rechazado ir a la terapia desde que se fue, mi madre y Niall han tratado de hablar de eso pero yo simplemente no quería que nadie lo supiera. Estaba avergonzada de eso y de lo que él acostumbraba a hacerme. Nadie nunca me había forzado a hablar de ello y yo los amaba aún más por ello.
Liam tomó mi mano.
—Sé que no, pero nunca te haría daño. Necesito que lo sepas —dijo trazando círculos en la palma de mi mano. Parecía realmente herido y molesto y quería hacerlo sentir mejor, pero no sabía cómo.
Lo único que podía hacer era decirle la verdad.
—Liam, cuando alguien me toca, mi corazón se acelera y comienzo a sentirme mareada y enferma. Es algo sobre lo que no tengo control. Las únicas personas con las que no me pasa, es con mamá, con Niall y contigo. Lo siento si te molesto, pero no puedo evitarlo. Confío en ti, de verdad. —Esto parecía hacerlo sentir mejor.
—Ok, está bien. Regresemos antes de que tu hermano tenga a los perros de ataque listos para rasgarme la garganta —sugirió, riendo entre dientes. Me acomodé en mi asiento mientras él conducía de vuelta al Instituto. Llegamos al aparcamiento cinco minutos antes de que la campana tocara.
—Eh, Ángel, probablemente lo mejor sea no contarle nada de lo de hoy a tu hermano. —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no? —pregunté confundida.
Me miró a los ojos de nuevo, haciendo que mi corazón se acelerara un poco.
—Niall lo dijo. Y ten en cuenta que soy un "puto” como tú tantas veces has dicho. Aparentemente, solo quiero tocar tu muy agradable trasero —dijo con una sonrisa—. Lo cual estaría más que feliz de hacer, si tú lo quieres. —bromeó, guiñándome un ojo.
Di un grito ahogado. Acababa de pasar todo el día con este chico pasándolo muy bien y él podía arruinarlo todo en una sola frase.
—Realmente eres un cerdo a veces, ¿sabías? —gruñí saliendo del coche y azotando la puerta. Pisé fuerte en dirección al edificio de matemáticas donde debía estar, para por lo menos aparentar que había estado allí si caminaba en la dirección correcta.
Vi a Niall caminar hacia el coche, así que le di unos minutos antes de hacer mi camino y meterme en la parte de atrás como si nada hubiera sucedido.
—Oye, Ambs, ¿tuviste un buen día? —preguntó Niall cuando entré en el coche.
—En realidad sí lo hice, todo el día excepto justo al final cuando alguien lo arruinó —le respondí con un encogimiento de hombros. Niall inmediatamente le dio a Liam una colleja.
—¡Ay, mierda!, ¿Por qué fue eso? —preguntó Liam, frotándose la cabeza.
—Por molestar a Ambs. —Niall se encogió de hombros.
—¿Cómo sabes que fui yo? —se quejó Liam. Me reí mientras Liam me lanzaba una mirada sucia y saqué mi iPod.
—Ambs, es viernes... —dijo Niall, apagándose.
Gemí, sabiendo al instante de qué se trataba. Su tradición semanal.
—¡No! ¡Ninguna fiesta! Vamos, Nialler, ¿en serio? ¿Tiene que ser en nuestra casa todas las semanas? ¡Ni siquiera hay partido esta noche! Se supone que es una fiesta para después del partido, ¿nadie más puede hacerla por una semana para que no tenga que limpiar todo después de que se larguen tus idiotas amigos borrachos? —pregunté, mirando a Liam de nuevo.
—¡Oye no me metas en esto; siempre ayudo a limpiar! —exclamó Liam a la defensiva.
Suspiré, sintiéndome derrotada. Mi hermano hacía una fiesta, en nuestra casa, todos los viernes por la noche porque no teníamos supervisión paterna, así que era más fácil hacerla ahí. No sé por qué me molestaba en quejarme al respecto, sucedía independientemente de si me gustara o no. Subí el volumen de mi iPod para ahogar la voz de los chicos hablando sobre con quién se iban a liar y miré por la ventana. Pude ver a Liam tratando de hacer contacto visual conmigo por el espejo pero no le hice caso y fingí que me perdía por completo en la canción.