Me desperté a las seis en punto como siempre para apagar mi alarma; la silencié e intenté, sin éxito, moverme lejos de Liam. Tenía mi cabeza en su pecho y mi pierna encima de su entrepierna, la cual como siempre, ya estaba llena de “gloria matutina” que les pasa a todos los chicos. Él tenía su mano en mi rodilla, fijando mi pierna ahí, y su otro brazo envuelto tensamente alrededor de mi cintura. Cuando traté de moverlo, apretó su agarre, murmurando algo en sueño sobre "yo no querer ir más a la universidad".
Moví mi brazo y toqué su estómago.
—Seis en punto —murmuré, tocándolo de nuevo cuando no abrió sus ojos.
Gruñó y apretó su agarre, moviéndome así que quedé completamente encima de él. Podía sentir su erección presionando entre mis piernas. Jadeé con la sensación, era extraño pero en verdad se sintió bien. ¿Qué demonios está mal conmigo? ¡Este es Liam por el amor de Dios! Traté de librarme, pero eso sólo nos hizo rozarnos en lugares en los que preferiría no pensar.
—¿Liam? —le susurré/grité.
Él abrió los ojos de golpe y me miró, impactado. Su expresión rápidamente cambió a su sonrisa de marca, la cual quería golpear fuera de su cara.
—Bueno, buenos días, Ángel. Wow, esto es una primera vez —ronroneó, alzando sus cejas, con su sonrisa de asombro.
—¿Me soltarías por amor de Dios? —le susurré/grité. Alzó sus manos a modo de rendición y rápidamente rodé de encima de él.
—Son las seis —refunfuñé, frunciendo el ceño.
—Está bien. No estés enfadada conmigo todo el día de hoy, por favor. No sabía que había hecho eso, lo siento, Ángel, ¿está bien? —susurró, besando mi frente antes de salir rápidamente de la cama para ponerse su ropa.
—Está bien, como sea —murmuré, posicionándome en su lugar cálido de la cama donde había estado acostado.
—Te veré después. —Me dirigió un giño antes de salir por mi ventana.
Dándome la vuelta, enterré mi rostro en su almohada, todavía puedo olerlo y eso me hace sentir segura y calmada. Me hundí en un sueño pacífico por otra hora.
Después de vestirme más pacíficamente que ayer, me concentré en mi iPod y estaba bailando felizmente cuando lo vi comiendo mis cereales de nuevo. ¡Cada maldito día! Suspiré y se lo quité.
—¡Demonios, Liam, hay como cuatro tipos de cereales en las alacenas y sólo comes el mío! ¿Por qué? ¿Lo haces sólo para hacerme enfadar? —pregunté, frunciendo el ceño, cuando comencé a masticar mi desayuno.
—Buenos días para ti también, Ángel —dijo educadamente, con una sonrisa de diversión en su rostro.
—Claro, hola —Me dejé caer y comí mi desayuno mientras Niall entraba en la cocina.
—Hey, chicos, ¿están listos para irse? —preguntó Niall, lanzándonos a cada uno una caja de zumo como siempre.
Ambos asentimos y nos dirigimos al coche de Liam.
Caminé por los pasillos del instituto y noté que no había nadie.
Mierda santa, ¿llego tarde? Comencé a correr por el pasillo; pude ver a Liam y un par de sus amigos caminando hacia mí.
—Disminuye la velocidad, Ángel, te caerás —gritó Liam, sonriéndome mientras yo medio corría, medio caminaba hacia él.
Cuando lo pasé, él sacó su pie para hacerme tropezar, pero antes de que golpeara el suelo envolvió sus brazos apretadamente alrededor de mi cintura, y me levantó.
—Caray, Ángel, sé que soy sexy, pero no necesitas caer a mis pies —bromeó, haciendo reír a todos sus amigos. Lo golpeé en el pecho fuertemente, mirándolo—. Oh también me gusta un poco rudo, Ángel, sabes eso —dijo, sonriendo retóricamente.
Todavía no había soltado mi cintura, dio un paso hacia adelante y presionó su cuerpo con el mío, sus manos se deslizaron hacia mi trasero.
—Mmm, genial —susurró en mi oído.
Odiaba ser tocada; traía recuerdos de mi padre. Jadeé, y antes de que siquiera pudiera pensar en lo que estaba haciendo, subí mi perna y lo golpeé en su parte más sensible. Él gruñó y me soltó rápidamente, doblándose por la mitad y agarrándose.
—¡Mantén tus sucias manos fuera de mí! —grité, tratando de no llorar. Estaba luchando por respirar y mis manos estaban temblando.
Me di vuelta para alejarme corriendo pero me agarró la mano y me empujó hacia él de nuevo.
—Ángel, sólo estaba bromeando, sabes que nunca te haría daño —gimió.
Su voz se quebró un poco, sonaba como si tuviera dolor. Miró directamente a mis ojos; pude ver la honestidad de sus profundos ojos. Me dio un abrazo y puso sus labios en mi cuello, justo donde se unía con mis hombros y respiró profundamente por su nariz, enviando su aliento caliente a bajar por mi cuello. Esto es lo que siempre hacía para calmarme, cuando lloraba en su hombro; esta era la única cosa que parecía funcionar. Podía sentir su corazón latiendo rápidamente contra mi pecho, así que me concentré en hacer juego con mi respiración y la suya. Respiré su olor hasta que me había calmado. Me moví hacia atrás y él sólo me estaba mirando con arrepentimiento en su cara.
—Lo siento. No debería haber hecho eso, Ángel, no pensé —dijo en tono de disculpa.
Asentí con la cabeza y bufé, limpiándome la cara con la manga.
—Yo también lo siento. ¿Te duele? —le pregunté, haciendo una mueca ante la idea de cuán fuerte le había dado el rodillazo.
Se encogió de hombros.
—Estoy bien, fue mi culpa —respondió, inclinándose para mirarme a los ojos de nuevo. Aparté la vista rápidamente, sintiéndome incómoda. Tenía la sensación de que cuando Liam me miraba a los ojos, podía ver el verdadero yo, el que trataba de esconderse de todo el mundo, la niña asustada a la que no le gustaba que la gente la toque, porque me trae recuerdos de aquellos domingos y de mi padre llevándome al sofá, guiándome a sentarme en su regazo.
Cuando la gente me tocaba, incluso las chicas, mi corazón se iba a toda marcha y siempre comenzaba a sentirme mal. Las únicas excepciones a esto son mi madre, Niall y Liam. Esta era la razón exacta por la que no tenía citas. La idea de que alguien me tocara o besara, hacia que mi piel se pusiera de gallina.
Aparté la vista de él y me di cuenta que tenía una gran mancha húmeda en el hombro en el que había estado llorando. La limpié, frunciendo el ceño.
—He arruinado tu camisa.
—Tengo otras, Ángel, no te preocupes —contestó con una sonrisa, que no era la sonrisa de satisfacción que le ha dado a otras personas, era una sonrisa sincera, lo que por lo general sólo se consigue en la noche o cuando no había nadie alrededor.
Miré a mi alrededor y me di cuenta que estábamos solos en el pasillo, me quedé sin aliento en estado de shock.
—¿Dónde? —murmuré, mirando arriba y abajo del pasillo desesperadamente.
—Ellos fueron a clase —respondió—. Vamos, podemos ir a por un café o algo así. —Me tomó de la mano hacia el estacionamiento, hacia su coche.
—Liam, ¿qué? ¡No puedo faltar a clase! —grité, mirando a mi alrededor rápidamente para ver su alguien veía a dos estudiantes escapando fuera del instituto.
Se echo a reír.
—Vamos, Ángel, una clase no te hará daño. Ya estás diez minutos tarde de todos modos. —Abrió la puerta del pasajero y me hizo señas para entrar.
Suspiré y de mala gana me subí dentro. Realmente no me importaba pasar tiempo con Liam, pero eso sólo dependía de cual Liam estaría aquí conmigo, él de la noche o el del día. El Liam de la noche era considerado, cariñoso y atento. El Liam del día era una coqueto y pelmazo. Sin embargo, Liam del día y de la noche me hacía sentir segura y protegida. Me volví a mirarlo mientras conducía, tenía una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, un poco preocupada de que esto fuera a convertirse en una especie de broma que iba a acabar mal para mí o avergonzarme.
—¿Qué quieres decir? ¡No puedo estar contento de que estemos pasamos un tiempo juntos? —me preguntó, y me dio un guiño coqueto. Puse los ojos y gemí. Genial, una hora con el Liam del día es mi peor pesadilla.
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